domingo, 16 de diciembre de 2007

EL BESO

Dice la historia que cien años después la niña despertó con un beso; el hechizo se hizo trizas gracias a los labios de un príncipe. En otra historia se habla de un hombre que fue besado levemente en la mejilla y con ese simple gesto fue entregado a sus enemigos. Incluso ronda por ahí uno de esos relatos que nos dice que un beso bastó para que el veneno de la envidia no fuera nada más que una mala noche y 7 enanos volvieran a sonreír. El contacto leve (o fuerte si el caso lo requiere) de labios dulces, mojados, pequeños, tercos, es para el caso que nos ocupa, una buena razón para creer que tiene algo de sagrado, algo de lujuria, algo de magia, algo de cotidiano. El beso, en lo menos y en lo más es un pacto. Todos se besan; pero sólo algunos adivinan en el color de los labios el estremecimiento que produce el amor; todos se besan, pero son pocos los que leen en la comisura de esa boca lo profundo que puede llegar a ser esa osadía, esa invasión lujuriosa y gigante. El beso, el dia del beso; la noche del beso; la jornada del beso. El beso. Tu beso, mi beso. Tu beso será mi beso. Es una profecía. Cuidado que algunas se cumplen, como esa del sueño en donde yo despertaba y tú con el sueño todavia instalado en los ojos, mirabas y yo estaba ahí en la cama pegado en la contemplación de toda tu arquitectura blanca y suave. Me debes el beso.

(Noviembre 06, 2007)

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